miércoles, septiembre 14, 2005

Dejad que los niños se acerquen a mí

La ventaja de ser un imán humano es que la atracción aturde y obnubila, por lo que, como ocurre con las moscas obsesionadas con el ultravioleta de las trampas luminosas, la mayoría de las personas que se acercan a mí no discurren con fluidez. O no lo hacen tras mirar fijamente la luz.

Esto implica algunos inconvenientes (como frustrar muchos intentos por mantener una conversación medianamente inteligente, por ejemplo) y múltiples ventajas, entre las que se cuentan:
  1. Permitir llevar al huerto a las mozas con suma facilidad. Tendrás éxito con las mujeres por muy patéticas que sean tus tácticas de ligue (créeme: las mías lo son).
  2. Hacer innecesario el urdir coartadas: cualquier excusa que te acuda a la cabeza, por peregrina que sea, será aceptada sin mayor problema. Con un poco de maña, ni siquiera tendrás que darla.
  3. Caer bien a los niños automáticamente. Como efecto secundario, le caerás bien a sus respectivas madres, lo que en más de una ocasión puede resultar fructífero (véase el punto 1).
  4. Facilitar la ejecución de cualquier operación comercial, por difícil que sea. Si el cliente confía ciegamente en ti, resultará sencillo venderle casi cualquier cosa, aunque sea una birria carísima.
Creo que no lo he comentado aún, pero trabajo en una agencia inmobiliaria. De vendedor asesor comercial, para ser exactos.

Digamos que vivo dignamente con lo que gano, por emplear un eufemismo.

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