lunes, septiembre 26, 2005

Delfines asesinos andan sueltos

El paso de dos fuertes huracanes, Rita y Katrina, por el sureste de EE.UU. ha tenido consecuencias devastadores no sólo para la población humana, también para los animales. Entre los afectados están un grupo de delfines entrenados por el ejército estadounidense para disparar contra posibles terroristas o descubrir espías submarinos. Al menos 36 de estos mamíferos podrían estar hoy en día nadando sin control por aguas del Golfo de México, según denuncia el diario The Observer.

Qué pena que no sean tiburones... Lo dicho: la realidad está obsoleta.

Cambiando de tema: me marcho a un campamento con los compañeros de trabajo, de esos en los que se hacen actividades de confraternización como tirarse de cabeza por un barranco en una lancha precaria. O sea que probablemente no podré escribir hasta que vuelva el domingo. Avisados quedáis.

domingo, septiembre 25, 2005

El camino desierto

―Entonces, ¿por qué crees que se celebran las despedidas de soltero?

―Las despedidas de soltero son cosas serias ―dijo Fidèle―. Y además, quiero poder ofrecerle a mi prometida lo mismo que exijo de ella.

―A saber, ¿una virginidad perfecta? ―se informó Laurent.

―Por lo menos una virginidad reciente... ―dijo modestamente Fidèle.

~ Boris Vian, El camino desierto

sábado, septiembre 24, 2005

La chica de la Cruz Roja

¿Cuántas veces te han asaltado cuando caminabas tranquilamente por la calle para intentar robarte tiempo? ¿Cuántas veces te han pedido un minuto para explicarte por qué tienes que echarle una mano a Greenpeace, a la Cruz Roja, a Médicos Sin Fronteras, a Alcohólicos Anónimos, a qué sé yo qué asociación? ¿Y cuántas veces te has parado a escuchar? ¿Cuántas, sin embargo, has mentido diciendo que no tenías tiempo, o has seguido de largo mirando para otro lado, o simplemente has fruncido el ceño intentando mostrar el enfado que te provoca ser molestado por esta gentuza que no tiene mejor cosa que hacer que intentar joder a los viandantes?

Qué ironía.



Ayer fue un día horrible. Perdí toda la mañana con varios clientes que no tenían el menor interés en comprar nada. Luego, comiendo, arruiné la corbata de Gucci que llevaba puesta. Después perdí media tarde en un atasco espantoso provocado por el condenado mundial de ciclismo y la otra media con un cliente que sí tenía interés en comprar, pero no sabía el qué. Así que cuando salí a la calle estaba bastante enfadado. Al esquivar a un mendigo despatarrado en la acera resbalé con una plasta de perro y al sujetarme a un árbol para no caerme me destrocé la mano con las grapas con las que un imbécil había intentado clavar un anuncio. Justo en ese momento oí a mi espalda:

―Perdona, ¿tienes un minuto?

Me di la vuelta, viendo a una chica que llevaba una camiseta blanca con una gran cruz roja, mientras concentraba toda mi rabia en la punta de la lengua. Pero antes de poder escupirla, advertí que la camiseta tenía relieve. Observé que en los extremos de la cruz, en la cumbre de las dos montañas, se erigían sendos pezones. Y me quedé mirando como un idiota. Mi rabia desapareció, mi enfado se disipó, y sólo quedó el firme deseo de besar, amasar y hundir la cara entre aquellas maravillas de la naturaleza. A toda costa.

Rápidamente le miré a los ojos, para descubrir que ella también subía la mirada. Claro que tengo un minuto, le dije a unos inmensos azules. Verás, estamos haciendo una campaña para recaudar ayuda para los damnificados del huracán Katrina, dijeron sus carnosos labios. Ah, qué bien, dije sonriendo todo lo amablemente que pude. Interpuse mi Tag Heuer entre su nariz y la mía. Se me ha hecho un poco tarde... ¿qué te parece si me lo cuentas mientras merendamos? Hay una cafetería estupenda aquí al lado. Duda. No tardamos nada, está a la vuelta de la esquina. ¿Qué me dices? Volvió a mirarme de arriba a abajo, miró su reloj y se acercó a una compañera gorda para decirle algo. Ambas sonrieron señalándome mientras yo admiraba la parte alta de sus vaqueros.

Cinco minutos después entrábamos en un Starbucks. Sentados en un par de sofás individuales, intercalando sorbos a unos cafés estrafalarios y bocados a unos bollos con forma de feto, Lorena (qué nombre tan bonito) me largó el rollo comercial, mientras yo le miraba fijamente a los ojos, concentrando toda mi atención en la zona de mi visión periférica ocupada por sus tetas y cruzando mentalmente los dedos para que por favor alguien me llamase al móvil.

Justo cuando llegaba el desagradable momento de pedirme un donativo sonó mi teléfono (gracias-gracias-gracias). Disculpándome, abrí el maletín de Loewe sobre mis rodillas y saqué un cuaderno y una pluma de cuero de Carolina Herrera, mi RAZR negro y vi que quien llamaba era Genoveva. Colgué y mantuve una importante conversación de negocios conmigo mismo. Lorena me miraba fijamente. Con el pretexto de apuntar una cita volví a hurgar, sacando el iPod mientras decidía qué libro era el adecuado: 13,99 euros, Nana o El diario de Bridget Jones. Saqué obviamente El diario, también la iPAQ y remoloneé un rato más antes de despedirme de mí mismo y apagar el teléfono. Lo siento mucho, Lorena, dije sonriendo mientras apagaba el móvil. ¿Me decías?

Pero ella ya sólo quiso hablar de música, de Bridget, de cine, de móviles, cuál es tu película favorita, qué libro te ha hecho pensar más, qué canciones te dicen más, etcétera. Dos horas después, ya casi oscureciendo, salimos del Starbucks. Le invité a cenar y aceptó. Me dijo que tenía que pasar por casa a cambiarse, porque no podía ir así a un restaurante. Me ofrecí a llevarla: tenía el coche aparcado allí mismo. Rehusó un poco, justo hasta que señalé al Serie 1 del otro lado de la calle. Ya que nos cogía de camino, le pregunté si no le importaría que yo también pasase por mi casa a cambiarme.

Media hora después estábamos follando como animales en mi dúplex.



No penséis mal de mí. Luego le llevé a su casa en mi descapotable y esperé pacientemente. Fuimos a cenar a un restaurante caro. En los postres le di mi tarjeta y un cheque al portador para que ella se encargase de donarlo a la Cruz Roja. Se empeñó en llevarme a una discoteca o similar donde decía que nos lo íbamos a pasar en grande con sus amigos. Obviamente me negué hasta la náusea. Al final terminamos yendo a un garito menos ruidoso pero más tranquilo donde estuvimos tomando copas hasta las tantas. Ella me contó toda su vida y milagros. Yo me concentré en cómo se derretía el hielo.

Cuando se bajó del coche frente a su casa, ya al alba, me prometió que me llamaría. No lo dudo. Probablemente descolgaré, para saber qué fue del cheque.

viernes, septiembre 23, 2005

La Generalitat suministra viagra a los violadores con problemas de erección

Supongo que lo próximo será conseguirle empleos en las guarderías públicas a los pederastas, dar preferencia a los pirómanos en las oposiciones a bombero y, ya puestos, regalar cursos de cata de güisqui a los alcohólicos.

Si ya lo decía yo ayer...

jueves, septiembre 22, 2005

La realidad supera a la ficción

Lo hizo hace ya tiempo. Normal, porque la realidad avanza a una velocidad de vértigo y la ficción no tanto, al nutrirse de la imaginación humana, que últimamente escasea un poco.

La realidad adelantó a la ficción a toda pastilla, por la derecha y sin intermitente. Debió ocurrir justo en el momento en que las mujeres empezaron a inyectarse silicona indiscriminadamente antes de posar para la revista o la película de turno. Curiosamente, ahora que dichas inyecciones pueden pagarse en cómodos plazos mensuales, ya no hacen falta porque todo se retoca. Luego vienen los psicólogos a explicarnos que tenemos una imagen distorsionada de nosotros mismos, y que por eso nos entregamos a la anorexia, la bulimia y la dieta de alcachofa salvaje. O a matarnos en un gimnasio mientras engullimos comida para perros.

La realidad está en permanente reforma por parte de la televisión y la prensa. ¿Cómo puede la pobre ficción mantener el ritmo impuesto por semejante máquina propagandística? Y más teniendo en cuenta que sólo anda pasito a paso, con ideas individuales de aquí y allá. La realidad, por el contrario, es el producto de miles de millones de mentes desequilibrándose simultáneamente. Cuando el genio colectivo cruza su camino con el de la ficción, surgen las más pintorescas y peregrinas leyendas urbanas: cocodrilos en las alcantarillas, refrescos espermicidas, perros golosos, chocolatinas afrodisíacas...

El futuro nos alcanzó y nos superó, haciéndonos viejos. O peor: obsoletos. La ficción imaginó coches voladores y ciudades art decó. La realidad nos ha traído Internet, drogas de diseño, energía nuclear y cine para idiotas.

Nos implantamos pelos y dientes, nos estiramos la piel, nos bronceamos o teñimos para ser más hermosos, nos alimentamos de proteínas procedentes de granjas de lombrices para cultivar músculo, sonreímos espásticamente, nos volvemos alérgicos al algodón, tragamos la mierda que sale del televisor sin pararnos a saborearla, usamos Internet para intercambiar pornografía con un coreano en tiempo real, hablamos solos por la calle con otra persona de otra ciudad...

¿Quién necesita la ficción teniendo esta realidad?

miércoles, septiembre 21, 2005

COCOS: Copias y coincidencias

A la izquierda, Egghead Jr., el polluelo que en los años 50 traía de cabeza al gallo Claudio. A la derecha, Chicken Little, protagonista de la última película de Disney, y la primera animada por ordenador. ¿Copia o coincidencia?

El rey ha muerto: ¡larga vida al rey!

martes, septiembre 20, 2005

El cangrejo

Se trataba de una hermosa y gruesa mujer de treinta y cinco años [...]. Su entreabierta bata se abrió aún más sobre musgosas nebulosidades cuando se inclinó para retocar los almohadones, y Jacques pudo percibir el violento husmo de su barbado misterio. Tuvo que parpadear, pues el aroma le golpeó de frente, y señaló con el dedo el lugar que incriminaba.

―Perdóneme ―dijo―, pero...

Presa de un violento acceso, se interrumpió. La casera, sin comprender, se friccionaba el bajo vientre.

―Se trata... de... su cosa ―concluyó él.

Para hacerle reír, se agarró ella con ambas manos el objeto que produce regocijo y lo obligó a imitar el ruido de un pato escarbando en el cieno. Pero, no queriendo que Jacques llegara a toser, volvió a cerrar muy pronto la bata. Una lánguida sonrisa distendió el rostro del muchacho.

―En tiempo normales ―explicó éste para disculparse― eso me gusta bastante. Pero tengo la cabeza tan llena ya de ruidos, sonidos y olores...

~ Boris Vian, El cangrejo

Madrid, capital del Orgullo Gay 2007

Pero que nadie se ponga nervioso: el alcalde Gallardón siempre sabe cómo salir airoso de estos trances.

Bueno, siempre que sus jefes no le ilegalicen antes, claro.

Mientras tanto, el Vaticano busca gays en los seminarios de los EE.UU. Qué pequeño es el mundo.

lunes, septiembre 19, 2005

Genoveva

Genoveva es alta y rubia natural. Está delgada pero bien surtida de curvas. Es muy guapa: se da un aire a Nicole Kidman.

Genoveva tiene unos ojos increíbles, a los que no les puedes decir que no. Hablan más que su boca, y no te queda más remedio que plegarte a sus deseos, sin cuestionar ni pensar lo más mínimo.

Genoveva es ecologista y vegetariana. Practica taichi y aquagym. Le gusta ir a la peluquería y los bolsos de Carolina Herrera. Jamás se haría un tatuaje ni un piercing. No se aburre en los museos, pero prefiere ir al teatro.

Genoveva siempre sonríe, y nunca se enfada. Al menos yo no lo he conseguido, por mucho lo he intentado. Se limita a sonreír más y a decirme que deje de hacer el tonto. Y sus ojos me ordenan que lo deje ya.

Genoveva es mi novia. Me dice con frecuencia que me quiere, y (como todas) me pregunta con la misma frecuencia si yo también le quiero. Procuro (como todos) evitar responderle, pero digo que sí, claro que sí cuando sus ojos me lo exigen. ¿Qué otra respuesta puede darse a esa pregunta?

Genoveva es mi madre: me ha adoptado y se encarga de cuidarme. Ayer, como otros muchos domingos, comimos con mis padres. En la sobremesa, como siempre, empezó a intercambiar opiniones con su homóloga: que si no tiene el piso muy limpio, que si necesita un par de camisas más... Desconecté cuando, como siempre, viajaron atrás en el tiempo hasta las vergonzosas anécdotas de mi más tierna infancia. El pasado siempre es más hermoso en tus recuerdos que en los de tus padres, quienes insisten en no olvidar lo malo.

Genoveva es buena. Trabaja en una fundación de esas que socorren a los necesitados, preferiblemente en el Tercer Mundo. Va a misa los domingos y (¿qué apostamos?) deja limosna en el cepillo. Ayuda a los ciegos a cruzar la calle y a las ancianas a parar un taxi. Viene a casa de vez en cuando a cocinar algo que dejarme para la semana siguiente.

Genoveva es pura. No practica sexo, ni conmigo ni con nadie. De hecho, ni con ella misma: cuando le pregunté, su ojos me ordenaron ir al rincón a darme de cabezazos. He indagado por aquí y por allá, y no se le conocen novios anteriores.

Genoveva es una extraterrestre. Nunca nos entendemos. A veces sospecho que hablamos idiomas diferentes. Nuestras opiniones rara vez coinciden. Cuando leemos el mismo libro o vemos la misma película, cada uno entiende una cosa diferente.

Genoveva no me merece.

domingo, septiembre 18, 2005

Estatut per collons

El tito Pasqual ha dicho que quien intente frenar el Estatuto «se las verá con el pueblo catalán». Ya sabemos que la política es lo más parecido al circo que tenemos en este país estado multinacional, pero yo en el colegio me daba de tortas en persona, sin enviar a nadie en mi nombre...

sábado, septiembre 17, 2005

Mamá, mamá, yo quiero uno

Como no podía ser menos, en la Plaza de las Glorias de Barcelona.

viernes, septiembre 16, 2005

I want to believe

En esta época que nos ha tocado vivir, donde la gente cada vez tiene menos fe en la religión, está más claro que nunca que el humano medio necesita creer. En lo que sea, y todo el tiempo.

Por eso la gente:
Mejor olvidad lo último: nunca hay que tirar piedras sobre el propio tejado.

jueves, septiembre 15, 2005

Seño, Seño, ¿puedo ir al baño?

Escribió el tito Bush a la tita Condo en la ONU: «Creo que puede que necesite una pausa para ir al baño. ¿Es posible?» No sé si lo más sorprendente es que la comunicación cerebro-vejiga del tito no sea fluida o el mero hecho de que sepa escribir (más o menos).

Os dejo algunos consejos de especialista al respecto.

miércoles, septiembre 14, 2005

Dejad que los niños se acerquen a mí

La ventaja de ser un imán humano es que la atracción aturde y obnubila, por lo que, como ocurre con las moscas obsesionadas con el ultravioleta de las trampas luminosas, la mayoría de las personas que se acercan a mí no discurren con fluidez. O no lo hacen tras mirar fijamente la luz.

Esto implica algunos inconvenientes (como frustrar muchos intentos por mantener una conversación medianamente inteligente, por ejemplo) y múltiples ventajas, entre las que se cuentan:
  1. Permitir llevar al huerto a las mozas con suma facilidad. Tendrás éxito con las mujeres por muy patéticas que sean tus tácticas de ligue (créeme: las mías lo son).
  2. Hacer innecesario el urdir coartadas: cualquier excusa que te acuda a la cabeza, por peregrina que sea, será aceptada sin mayor problema. Con un poco de maña, ni siquiera tendrás que darla.
  3. Caer bien a los niños automáticamente. Como efecto secundario, le caerás bien a sus respectivas madres, lo que en más de una ocasión puede resultar fructífero (véase el punto 1).
  4. Facilitar la ejecución de cualquier operación comercial, por difícil que sea. Si el cliente confía ciegamente en ti, resultará sencillo venderle casi cualquier cosa, aunque sea una birria carísima.
Creo que no lo he comentado aún, pero trabajo en una agencia inmobiliaria. De vendedor asesor comercial, para ser exactos.

Digamos que vivo dignamente con lo que gano, por emplear un eufemismo.

martes, septiembre 13, 2005

Only Love Can Break Your Heart

When you were young
and on your own,
how did it feel
to be alone?
I was always thinking
of games that I was playing,
trying to make the best of my time.

I have a friend
I've never seen.
He hides his head
inside a dream.
Someone should call him
and see if he can come out.
Try to lose the gang that he's found.


Pero en la versión de Saint Etienne, por supuesto.

Bush asume su responsabilidad

¿Y ...? ¿Dimite? ¿Se suicida? ¿Se defenestra? ¿Se come 200 bigmacs? ¿Se autoflagela en su celda monacal?

Debo estar haciéndome viejo: aún recuerdo cuando la gente que asumía sus responsabilidades (alguno había) dimitía. Pero se ve que ya no está de moda...

lunes, septiembre 12, 2005

A un panal de rica miel

El problema de ser un imán humano es que no eliges a quién atraes. Obviamente, nunca puede uno quejarse de las quinceañeras con minifalda, pero el nivel medio es tan bajo que la mayoría de las veces el sufrimiento resulta insoportable.

Por ejemplo, esta mañana se me acercó un anciano, plano del metro en mano.

―Perdona, muchacho: ¿por aquí se va a la estación de Checa?

Las posibles respuestas pasaron por mi cabeza a velocidad de vértigo, una a una:
  1. Ufff... tiene usted que andar 5 manzanas hasta la boca de metro y allí tomar la línea bla-bla-blá.
  2. Checa no existe. ¿Quiere usted (pero no puede) decir Chueca?
  3. ¿Está usted buscando una estación de metro en plena calle?
  4. ¿Tengo cara de empleado del Metro?
  5. No tengo ni idea. Es que no soy de aquí. De hecho, ni siquiera hablo su idioma.
Pero ya sabes por experiencia que nadie agradece nada sino más bien al contrario: las buenas acciones siempre se vuelven en tu contra. Tampoco puedes ser grosero, porque entonces puede activarse el gen verdulero y comenzar el intercambio de insultos a pleno pulmón en mitad de la calle. Así que lo mejor es sonreír tanto como se pueda y, señalando en la dirección contraria, contestar:

―Por ahí. Vaya usted todo recto y la encontrará.

―¿Seguro? ―respondió el anciano. Claro, es lo normal: cuando uno no tiene ni idea de dónde está hasta el punto de tener que preguntar al primero que pasa por allí, lo lógico es poner en duda la respuesta que se obtenga. Por eso es mejor no perder el tiempo con vanas explicaciones detalladas, sino mostrarse taxativo:

―Segurísimo ―y huir lo antes posible.

Madre no hay más que dos

Lo próximo, obviamente, son las niñas sólo con dos madres. Los hombres y nuestro defectuoso y cochambroso cromosoma Y estamos destinados a las obsolescencia y la extinción.

Habrá que aprovechar mientras dure...

jueves, septiembre 08, 2005

Turismo sexual

No, no me refiero a los desesperados y pederastas que se van a Brasil o a Tailandia a contagiarse de sida en un burdel, sino a todos los miles de españoles que al mínimo puente se lanzan a la carretera con destino a cualquier hotelito, casa rural o albergue de algún rincón medianamente alejado de sus ciudades con la novia, una amiga con derecho a roce o la compañera de trabajo que ha accedido in extremis buscando darse un gusto.

Y aunque muchos no lo consigan, ya sabemos que lo que cuenta es la intención.

Yo estaré en el parador de León. Nos vemos el lunes. ¡Feliz atasco y buena caza!

miércoles, septiembre 07, 2005

Perdona bonita, pero Lucas me quería a mí

Después de comer y antes de volver a la oficina me escapé a la fnac, a comprar 13,99 euros, del tal Frédéric Beigbeder. (Por cierto, qué pena que no le pusieran la misma portada que a la versión inglesa, £9.99.)

El caso es que, como siempre, escogí la caja que tenía menos cola, por aquello de estar sintiéndome estúpido el mínimo tiempo posible. ¿O a alguien le gusta esperar a que le cobren? El dependiente, llamado Ariel (toma ya), era uno de esos homosexuales que supuran estrógeno por todos sus poros. Arrastraba las eses al decir «siguiente» y se me quedó mirando a los ojos. Pasó el libro por el escáner sin bajar la mirada y, cuando me tendió el recibo para firmar, me rozó adrede la mano.

«¿Qué diablos tengo yo de gay?», me pregunto en ese momento. Cierto es que soy alto, no muy feo, hago pesas regularmente para mantenerme en forma y (como de costumbre) voy trajeado, pero también es verdad que tengo bastante éxito con las mujeres y que mis modales son cualquier cosa salvo afeminados. ¿O sí? ¿Qué puñetas ha visto este tío en mí? ¿Por qué me toma por loca? ¿O es simplemente que le he gustado y ha tirado a ciegas, por si acertase? ¿Y si le pregunto? ¿Montará el numerito o responderá?

Pero en ese justo momento una punzada de maldad se abre paso, ardiente, en mi cabeza. Firmo el recibo y al devolvérselo junto con el boli te sujeto la mano, acerco mis labios a su oído y le susurro:

―Lo siento, majo: mi novio nos mataría.

Y me largo con viento fresco.

Díselo con flores

Veamos: la empresa A dice que quiere comprar la empresa B. Los directivos de la empresa B declaran que eso es inaceptable. Obviamente, porque los bastardos de la empresa A les pondrán de patitas en la calle. En un giro sorprendente de los acontecimientos, los periodistas españoles deciden unánimemente que tales declaraciones son dignas de ser consideradas noticia, y las ponen en portada de todos los diarios del país. Triste, ¿no?

Si al menos alguno explicase la jerga casi ininteligible de esta gente...
Creo que hoy voy a necesitar un carajillo doble antes de enfrentarme a la prensa...

martes, septiembre 06, 2005

Vaya, vaya: aquí no hay

He estado releyendo lo que escribí anteayer sobre Lanzarote, y me queda la duda de que quizá haya dejado una impresión negativa acerca de sus playas, por aquello de que las estuvimos buscando constantemente. Me gustaría dejarlo claro: las playas son penosas.

La mayoría de ellas son pequeñísimas, están llenas de pedruscos y el color negro de la arena les da un aspecto de sucio que, falso o no, desanima a la hora de tumbarse. La única excepción honrosa es la playa de Los Pocillos, en Puerto del Carmen, que es enorme y tiene arena clara para dar y regalar. Eso sí, es una playa urbana. O sea, multan a los nudistas.

Por eso los fanáticos y las guías dirán que si quieres buenas playas en Lanzarote lo que has de hacer es ir a las del Papagayo. Pero ¿quién en su sano juicio conducirá varios kilómetros por caminos de tierra y se jugará la vida descendiendo entre peñascos sólo para acceder a alguna cala minúscula que, aunque paradisiaca, estará abarrotada de gente? De nudistas, quiero decir.

Es más interesante ir a Playa Blanca (que, a pesar de su nombre, es un pueblo) y tomar el ferry hasta Fuerteventura. 30 minutos después se llega a Corralejo, pueblo junto al que hay un parque natural de dunas y hierbajos pero con una playa increíble. Enorme, de arena blanquísima y aguas transparentes, como las que aparecen en los anuncios y las películas. En un extremo imparten clases de kitesurfing y en otro de windsurfing. Obviamente no hay paseo marítimo pero sí una especie de búnkeres similares a los usados para proteger las vides: semicírculos de piedras amontonadas en torno a un hoyo.

Volvamos a los nudistas. Paseando por esta playa debimos traspasar un invisible umbral transdimensional que nos llevó por unos momentos a un surrealista mundo paralelo. De pronto vimos más adelante a una chica joven, morena, delgadita y de piel blanquísima. Estaba a cuatro patas, mirando hacia las dunas, justo en el lugar donde rompían las olas. Cuando nos acercamos a ella, corrió a esconder su blancura (y su rizada negrura) en el búnker más cercano, desde donde supongo que nos estuvo vigilando hasta que nos alejamos. Minutos después miré atrás: allí volvía a estar, blanca como la nieve, cabalgando sobre la espuma de las olas que le rompían en la entrepierna.

Luego en el hotel, ya de noche, uno se acuerda bajo la ducha de la nudista. De sus pechos pequeños apuntando al suelo. De la espuma de las olas lamiéndole las nalgas. Y sabiendo cuánto quema el sol en estas latitudes, se la imagina rosa, enrojecida. Se imagina untándole crema en el culete. Y dándole unos azotes.

lunes, septiembre 05, 2005

Katrina and the Waves

Ante una emergencia, ante una crisis nacional, ante una desgracia fatal, todos deberíamos unirnos, apoyarnos los unos a los otros y a nuestro presidente. Sacar lo mejor de uno mismo y confiar en nuestros líderes. Aprovechar la situación para intentar sacar partido es execrable, y no debería suceder en ningún país civilizado que se precie.

Al menos, eso nos vendieron cuando el 11-M. Lo que pasó aquí no pasa en ningún otro sitio. ¿O sí?

Me marcho, que veo a algún compañero de trabajo sacando sus cedés de fotos veraniegas en un vano intento de torturarme. Pies, para qué os quiero.

domingo, septiembre 04, 2005

Síndrome postvacacional

El mes pasado nos fuimos una semana de vacaciones a Lanzarote. Bonita isla, toda reseca, llena de volcanes, pedruscos y hoteles llenos de turistas. Nos alojamos en un complejo hotelero de ésos con cuatro piscinas gigantes, spa, restaurante temático y una estricta política de un cliente, una tumbona. Estaba alejado del mundanal ruido, en una urbanización de chalés y puerto deportivo.

Alquilamos un cochecito (concretamente un Tigra Twintop, que está muy de moda) y recorrimos la isla. Buscando playas y cosas que ver. Como cangrejos albinos ciegos, viñedos ahogándose en tierra negra y géiseres artificiales. Luego, de vuelta al hotel, a admirar cómo una niña teutona tipo cilíndrico engullía una docena de lonchas de beicon churruscadas sin pestañear. Para desatascar el esófago y poder empezar con la cena, supongo.

Al día siguiente, de nuevo a buscar playas. Con arena y sin piedras, a ser posible. A dar una vuelta por Arrecife, la capital, donde (según la guía de la fnac) no había que perderse el Puente de las Bolas, que es a la ciudad lo que la Torre Eiffel a París. Menuda guía. Eso sí, al cruzarlo el viento me robó mi gorra de 50€ de Hackett, tirándola al agua, donde se hundió. Mi dignidad me impidió tirarme de cabeza a por ella, si bien las piedras (volcánicas, sin duda) del fondo lo abrían hecho en cualquier caso. Así que de vuelta al hotel, con un leve mosqueo y un creciente asombro hacia la increíble niña deglutora de grasa.

Al día siguiente, al Mirador del Río, donde todos sabemos que no hay río, pero se ve la isla Graciosa y, con unos buenos prismáticos, a la señora de ZP buceando en biquini. O eso rumoreaban los excursionistas sesentones con los que había que luchar para conseguir una botellita de agua, sin bien pudiera haber sido una estratagema de la gerencia para rentabilizar los catalejos a moneda. Y la Cueva de los Verdes, las esculturas móviles de varias rotondas, el Jardín de Cactus. De vuelta al hotel, se echaba de menos a la niña del beicon. La hipótesis más plausible era el ataque cardíaco por hipercolesterolemia aguda.

Y los días siguientes más búsqueda de playas, el charco color Vengador Tóxico de El Golfo, los rincones con olor a orín del pasillo transitable de los Hervideros, y varias otras depravaciones similares. Afortunadamente, la niña germana volvió, aunque roja como un tomate de brick.

Ah, bendito síndrome postvacacional. Cuánto te añoré.

sábado, septiembre 03, 2005

El suicida social

¿De qué otra forma puede llamarse a quien, teniéndolo todo, se empeña en huir y aislarse? ¿A quien no puede disfrutar de lo mismo que todos los demás, no por ninguna extraña enfermedad, sino premeditada y concienzudamente? ¿A quien prefiere el silencio y la soledad al gentío y la alegría? ¿Quien, sin hacer nada por provocarlo, es perseguido y perturbado constantemente, sacado a rastras de su natural ostracismo y voluntario autismo?

Ése soy yo. Pero también podéis llamarse Suso, por aquello de la amistad y tal.