miércoles, noviembre 30, 2005

Una patadita a la RAE


Qué mejor forma de reforzar esa imagen de chicos malos de barrio obrero, ¿no?

martes, noviembre 29, 2005

Autorretratos

Cuando estaban en la facultad, Peter decía que todo lo que uno hace es un autorretrato. Puede parecer San Jorge y el dragón o El rapto de las sabinas, pero el ángulo que uno usa, la iluminación, la composición y la técnica son todas un reflejo de ti. Incluso la razón de que eligieras esa escena es un reflejo de ti. Tú eres todos los colores y todas las pinceladas.

Peter decía:

―Lo único que puede hacer un artista es describir su propia cara.

Estás condenado a ser tú.

Esto, dice, nos deja libres para dibujar lo que queremos, ya que solamente nos estamos dibujando a nosotros mismos.

Tu caligrafía. La forma en que andas. Qué diseños eliges para la porcelana. Todo te desvela. Todo lo que haces lleva tu firma.

Todo es un autorretrato.

Todo es un diario.

~ Chuck Palahniuk, Diario: Una novela

lunes, noviembre 28, 2005

Hombre prevenido

Carla se plantó frente a mi mesa sobre las 5, con un café en la mano.

Andrés acaba de despedirme. Lo ha negado una y mil veces, pero ha sido por tu culpa, ¿verdad?

―Carla, por Dios... cómo puedes pensar eso de mí. ¿Tan ruin crees que soy?

―Sí ―dijo, y me tiró el café encima―. Hasta nunca.

Girando sobre sus tacones, se marchó.



Medité unos minutos al respecto y, cogiendo mi maletín, me fui al servicio. Me quité la camisa y la corbata manchadas de café y las tiré a la papelera (no recuerdo en qué convención de ventas me regalaron la corbata, pero era horrorosa y barata). Saqué del maletín una camisa y una corbata limpias y me las puse.

Ya sé que hoy en día predecir el futuro no es nada especial, pero creo que a mí se me da bastante bien, al menos en lo que a la naturaleza humana se refiere.

sábado, noviembre 26, 2005

La felicidad


Es imposible de encontrar salvo en los pequeños detalles.

viernes, noviembre 25, 2005

Venganza

―¿Tienes un segundo, Andrés? ―pregunté desde la puerta de su despacho. Andrés, entre otras cosas, es el encargado de RRHH y, a pesar de ello, un tipo bastante majo.

―Claro, Suso: pasa. ¿Qué quieres?

―Bueno, verás... Creo que tendrías que despedir a Carla.

―¿Por?

―Pues porque... no creo que sea buena secretaria. No trata bien a los clientes. El otro día...

―Mira, Suso, dejémonos de rodeos. Carla me ha contado lo vuestro.

―¿Lo nuestro?

―Sí. Que habías intentado llevártela a la cama, que ella no había querido y que te lo habías tomado muy mal. Que incluso habías intentado pegarle y que tenía miedo de que vinieras a verme para que la despidiese.

―¿¡Qué!?

―Así que entenderás...

―No, no, espera: yo no he intentado nada con ella. Vamos, Andrés: tú conoces a Genoveva. ¿Quién en su sano juicio querría tirarse a Carla teniendo una novia así?

―Ya, pero... me dijo que vendrías a pedirme que la despidiese y aquí estás.

―Bah. Dejémonos de tonterías: fue ella la que intentó llevarme al huerto. Le dije que ni hablar, que ya tenía novia, y desde entonces pasa de mí y se niega a traerme cafés.

―¿Y quieres que la despida sólo por eso?

―Coño, Andrés. ¿Qué otra cosa tiene que hacer aquí una secretaria aparte de atender el teléfono y hacer cafés?

―Joder, pero ya sabes el marrón que es hacer entrevistas para secretaria. Pones un anuncio en cualquier sitio y se presentan 50.000 locas...

―Andrés, no me vengas con chorradas.

―Te propongo un trato: yo la despido si tú te encargas las entrevistas.

jueves, noviembre 24, 2005

Fuerza

En la cama de uno de los muchos hoteles en los que hacían el amor, Sabina jugaba con los brazos de Franz:

―Es increíble ―dijo― que tengas esos músculos.

Franz se alegró por el elogio. Se levantó de la cama, cogió una pesada silla de roble por la parte de abajo de la pata, junto al suelo, y la levantó lentamente.

―No tienes que tener miedo de nada ―dijo―, yo podría defenderte en cualquier situación. Antes participaba en competiciones de judo.

Consiguió levantar el brazo con la pesada silla por encima de la cabeza y Sabina dijo:

―Es agradable ver lo fuerte que eres.

Pero para sus adentros añadió lo siguiente: Franz es fuerte, pero su fuerza se dirige sólo hacia fuera. Con respecto a las personas con las que vive, a las que quiere, es débil. La debilidad de Franz se llama bondad. Franz nunca podría darle órdenes a Sabina. No le mandaría, como en tiempos hizo Tomás, que coloque un espejo en el suelo y ande encima de él desnuda. No es que le falte sensualidad, pero le falta fuerza para mandar. Hay cosas que sólo pueden hacerse con violencia. El amor físico es impensable sin violencia.

Sabina miraba a Franz que caminaba por la habitación con la silla levantada, aquello le parecía grotesco y la llenaba de una extraña tristeza. Franz dejó la silla en el suelo y se sentó en ella mirando a Sabina.

―No es que no me agrade ser fuerte ―dijo―, pero ¿para qué necesito estos músculos en Ginebra? Los llevo como un adorno. Como unas plumas de pavo real. En la vida me he peleado con nadie.

Sabina continuó con su meditación melancólica: ¿Y si tuviera un hombre que le diera órdenes? ¿Alguien que quisiera ser su amo? ¿Cuánto tiempo iba a aguantarlo? ¡Ni siquiera cinco minutos! De lo cual se deduce que no hay hombre que le vaya bien. Ni fuerte ni débil. Dijo:

―¿Y por qué no utilizas nunca tu fuerza contra mí?

―Porque amar significa renunciar a la fuerza ―dijo Franz con suavidad.

Sabina se dio cuenta de dos cosas: en primer lugar, de que aquella frase era hermosa y cierta. En segundo lugar, de que, al pronunciarla, Franz quedaba descalificado para su vida erótica.

~ Milan Kundera, La insoportable levedad del ser

miércoles, noviembre 23, 2005

No me chilles que no te veo

Todo el mundo está sordo. Todo el mundo lleva puesto unos cascos que le aislan del mundo real y le sumergen en su universo privado de música pirateada. Cada vez que le dices algo a alguien tienes que hacerlo dos veces: una para conseguir que se quite los cascos y otra para que lo oiga. (Truco: puede usarse la primera parte de la comunicación para proferir insultos sin alterar el resultado de la misma.)

Vas a una boda o una discoteca o incluso a las fiestas de un ignoto poblacho en mitad de la nada y ponen la música a todo volumen. Nunca es suficiente, claro. Intentas hablar con alguien y tienes que hacerlo a voces. Al día siguiente, ronquera asegurada.

Luego dicen que hace falta más comunicación. Que me expliquen cómo.



Hoy me ha llegado mi nuevo iPod de 30 Gb. Negro, claro.

martes, noviembre 22, 2005

Camisas y administradores

Viernes, 9 de la mañana. Alguien aporrea la puerta de mi habitación, despertándome. Acordándome de la familia de alguno me bajo de la cama y abro. Es Genoveva.

―Dame el chaqué y la camisa, que los bajo a recepción para que los planchen.

Refunfuñando, voy al armario a buscar ambas cosas. Cuando se las doy acontece la tragedia.

―¿¡Piensas ponerte una camisa azul con el chaqué!?

―Sí, ¿por?

Esos ojos, esos ojos.

―No seas burro. Vete al corteinglés y cómprate una camisa blanca.



Tras comprar una camisa blanca de Mirto en El Corte inglés de Nervión, y viendo que era temprano, decidí dar un paseo por el centro comercial que está cerca. Varias gitanas intentaban timar a los turistas, ramita de romero en mano. Entré en un Starbucks y pedí un caramel macchiato que por cierto me sirvieron sin el cartoncillo que protege las yemas de los dedos de quemaduras. Entré en el Vips de al lado cambiándome el vaso de papel de una mano a otra. Mientras esperaba a que se enfriase decidí navegar un poco por Internet: pagué los dos euros que costaba la media hora de conexión (para que luego digan que el ADSL es caro), introduje el código que figuraba en el tique que me habían dado y me dispuse a leer mi correo. Pero
La página solicitada no puede visualizarse debido a las restricciones de seguridad establecidas en el sistema. Consulte con el administrador de su equipo.
Así que volví al mostrador y le expliqué a la chica que me había atendido lo que había dicho el impertinente del ordenador. Ella puso cara de póquer y respondió que si quería me devolvía el dinero, pero que no le contase cosas raras. Cogí los dos euros y huí, claro.

Vaya forma de hacer negocio que tienen algunos: alquilando una conexión a Internet desde la que no puede accederse a Google Mail.

lunes, noviembre 21, 2005

I'm only happy when it rains

I'm only happy when it rains
I'm only happy when it's complicated

You know I love it when the news is bad
And why it feels so good to feel so sad

I feel good when things are going wrong
I only listen to the sad, sad songs

I only smile in the dark
My only comfort is the night gone black

You wanna hear about my new obsession?
I'm riding high upon a deep depression
I'm only happy when it rains
Pour some misery down on me

jueves, noviembre 17, 2005

La boa

Ayer por la tarde estuve desempolvando (casi literalmente) mi chaqué. Pasé más de una hora buscando los dichosos tirantes.

Este sábado tengo que disfrazarme de pingüino para acompañar a Genoveva a la boda de una prima suya. Inconvenientes de las buenas familias, qué se le va a hacer. Claro que con un poco de suerte igual le coloco un piso en Salamanca a alguno de sus familiares lejanos, como la última vez.

La boda es en Sevilla, así que nos vamos en el AVE esta misma noche. En club, claro. Supongo que no volveré a escribir hasta el lunes, por lo que os pido por favor que resistáis y no os cortéis las venas.

miércoles, noviembre 16, 2005

Los límites del ser humano

Mejor dicho, «humano»:


Y luego dicen que los esteroides, anabolizantes and family no afectan al cerebro...

martes, noviembre 15, 2005

El mercado inmobiliario apesta

Vais a permitidme que hoy que estoy particularmente vago y aburrido os hable de trabajo. Creo que todos sabéis ya a qué me dedico.

Quien todavía no lo tiene muy claro soy yo. Algunas cosas a las que no me acostumbro:


Estas reflexiones vespertinas terminan por darme sed, así que cojo el teléfono y marco su extensión:

Carla, ¿podrías traerme un Vivalto de la Nespresso?

―Mira, Suso: que te folle un pez ―y cuelga de mala manera.

―Pues más o menos ―murmuro para mí.

lunes, noviembre 14, 2005

Pescado fresco

Como todos ya sabéis, tras varios días de abstinencia forzosa (quizá no estricta, pero no es lo mismo) uno empieza a ver fantasmas, visiones y oro donde no reluce nada.

Así que cuando la pescadera me sonríe en el supermercado, preguntándome qué deseo, lo primero que me viene a la mente no es precisamente lo que digo:

―Un filete grande de emperador, por favor.

―¿Fresco o congelado?

―Fresco, claro.

Y mientras la pobre chica pelea con un monstruo de 20 o 25 kilos y con un cuchillo gigante, yo me pregunto qué tal estará en tanga. La chica, no el pez.

―¿Algo más?

―Medio kilo de pescadillas pequeñas.

¿A qué hora saldrá esta chica de trabajar? ¿Dónde podría llevarla a cenar? Mirándola bien, no es nada fea. Digamos que tiene bastante recorrido: seguro que con un poco de maquillaje y sin la redecilla mejora muchísimo. Es bastante joven. ¿Qué habrá estudiado? No creo que haya llegado a la universidad. ¿Se estudia en FP para pescadera? ¿De qué podríamos hablar? De cine: eso nunca falla. ¿Le olerán las manos a pescado? Me temo que más a guantes sudados. Pero ella sí que olerá: ya huelo yo, que sólo llevo aquí 5 minutos. ¿A qué huele una pescadera desnuda excitada?

―¿Algo más?

―Sí.

domingo, noviembre 13, 2005

Pues a mí el fútbol no me pone

Y mira que lo intento, pero no hay manera.

viernes, noviembre 11, 2005

Viajo en el espacio y el tiempo

Las cosas que puede uno encontrar en las inmediaciones de la plaza mayor de Cuenca...

jueves, noviembre 10, 2005

La solución: un destornillador

No digo yo que no haya que castigarlo, pero tampoco exageremos. Que una violación es sólo eso, una violación, y a veces ni siquiera sabes si lo es. En el fondo, ¿cómo va uno a estar seguro, si igualmente, desde el principio de los tiempos, ellas nunca te dicen si quieren follar o no? Ellas nunca te dicen nada. Porque, entre ustedes y yo, ¿con cuántas mujeres se han acostado a lo largo de su vida que hayan accedido verbalmente a hacer el amor, diciendo «sí» explícitamente? Permítanme dudar que sean demasiadas. Sin embargo, ¿con cuántas mujeres se han acostado que al principio dijeran claramente «no»? Con algunas, ¿verdad? ―y si no lo han hecho, amigos míos, déjenme decirles que se han perdido ustedes muchos buenos polvos. Eso, en cierta forma, les convierte también a ustedes en violadores, ¿no? Siguiendo adelante, sin un consentimiento previo, contra la voluntad de ellas, ¿verdad? ¿O contra la «aparente» voluntad de ellas? ¿Quizá es que estaban ustedes seguros de que cuando ellas decían «no» en realidad querían decir «sí»? ¿Se supone entonces que debemos estar siempre adivinando lo que en realidad piensan ellas? ¿Y cómo vamos a poder saberlo nunca con seguridad? ¿Lo saben acaso ellas alguna vez con seguridad? ¿Y cómo vamos a poder fiarnos de un género humano que ni siquiera es capaz de decir lo que piensa y desea? Yo se lo diré, amigos, no se preocupen, que para eso estoy al otro lado de la ley: sencillamente, uno no puede fiarse. Si un hombre respetara desde el principio lo que opina una mujer, el ser humano se habría extinguido hace eras.

Así que todo el juego consiste sólo en eso: nunca retirarte antes de tiempo. Y yo me limito a saber aguantar hasta el final. ¿Cómo voy a estar seguro de si quieren follar o no, si nunca me lo van a decir? [...] Ahora, en vez del marisco, las copas, el champán y la conversación irrelevante, me limito a utilizar un destornillador para que se bajen las bragas ―que, a fin de cuentas, es el objetivo último que todos buscamos―, y las follo directamente, sin esperar a que acaben de decidirse, sin engañarlas ni sentirme un estafador. Claro que siguen protestando, pero eso ya lo hacían antes. Ahora me siento realizado y sincero con ellas, no tengo que maquillar las cosas y consigo que, por fin, afronten y reconozcan abiertamente el hecho sexual, ese hecho que siempre evitan encarar, como si fuera un sentimiento exclusivo de los hombres para motivo de la vergüenza y escarnio de éstos. Ya no me siento mal pensando que les oculto mis verdaderas intenciones. Ya no les miento. Y les prometo que, manda cojones, por el brillo de sus ojos, a alguna parece que hasta le gusta, aunque por supuesto nunca sería capaz de reconocerlo ante ella misma ―tampoco son capaces de reconocer ante ellas mismas casi ninguna otra cosa.

~ Hernán Migoya, El violador

miércoles, noviembre 09, 2005

El horror

Cuando Carla me suelta un momento para quitarse el tanga mojado de mi saliva aprovecho para sentarme al borde de la cama y buscar en mi neceser. Adivinando qué, Carla me abraza y, frotando sus pechos contra mi espalda, me dice al oído:

―Nada de condones: fóllame a pelo.

Dos respuestas se abren paso a codazos en mi mente:
  1. Por nada del mundo quiero dejarla embarazada.
  2. Ni loco me arriesgo a contagiarme de vete tú a saber qué.
Carla advierte mi vacilación y añade:

―No te preocupes: tomo la píldora.

¿Que no me preocupe? ¿¡Que no me preocupe!? Claro, si en el fondo pillar el sida es sólo una chorrada. Pero seamos constructivos: ¿cómo se le explica a una mujer desnuda, excitada y lubricada que no es que no te fíes de ella, no, sino que ni sabes ni te importa con quién ha podido acostarse antes y por eso no vas a follarla sin condón bajo ningún concepto? (Como motivo secundario, y dado que en el fondo no la conoces de nada, tampoco puedes confiar en su palabra de que toma la píldora: más de una loca hay por ahí que buscando pensiones alimenticias.)

Lo intento de la manera más delicada que puedo.



Hace mucho frío hoy en Cuenca. Especialmente cuando te alcanza de lleno el viento o una mirada de Carla.

La catedral, impresionante, se visita previo pago con la ayuda de una audioguía de 2 o 3 kilos de peso. Hay calaveras talladas y esculpidas por todas partes. Escucho todos los comentarios. Dos veces. Carla me sigue, resonando sus tacones por todas las naves.

No parece que sea una mañana de miércoles laborable: las calles están desiertas, y sólo algunas parejas dispersas de turistas y la obligatoria excursión de pensionistas rondamos por el casco antiguo. Se oye el lejano griterío de los niños en el patio de un colegio. Carla se suena ruidosamente con un pañuelo de papel. Debe estar helada, pero no se queja.

Comemos en el parador. Yo tomo el surtido de jamón y lomo ibéricos de bellota para dos, la sartén de morteruelo conquense con piñones y el surtido de postres regionales. Ella, una ensalada y otra dosis de su hiel. A las mujeres le sientan bien los enfados: suelen adelgazar.

Volvemos a Madrid a media tarde. Hay poco tráfico y la máquina se porta bien, incluso en el tramo de la N-400 que aún no es autovía. Carla repasa furiosa las páginas de una revista femenina todo el viaje.

Creo que lo que no me perdona, más que mi ultimátum de condón o nada, es que me fuese al baño a masturbarme.

martes, noviembre 08, 2005

Carne barata

Volviendo de Malinas a Bruselas en tren (primera clase, por supuesto) resultó que éste entró a la Gare du Nord por la última vía, desde la que puede verse la Rue d'Aerschot. Al principio nos pareció raro ver tantas tiendas de lencería juntas con maniquíes en los escaparates. Cuando advertimos que se movían todo quedó explicado. Genoveva, como corresponde a una moza de su edad y condición, se escandalizó. O al menos se hizo la escandalizada.

lunes, noviembre 07, 2005

Carne fácil

Llego a la oficina temprano porque no he dormido bien esta noche (otra vez las dichosas pesadillas) y paso por la salita donde tenemos la Nespresso a procurarme una dosis suficiente para soportar toda la mañana con el debido ánimo.

¿Y qué me encuentro? A Carla inclinada sobre el mueble de la cafetera, buscando más vasos y cucharillas de plástico en el fondo del mismo y ofreciendo al mundo sus magníficas nalgas. Que como no podía ser menos, me inspiran una idea loca.



Carla es una de las secretarias que trabajan en la agencia. En cuanto le echas el ojo encima coliges por qué fue contratada para el trabajo de florero. No es que sea excesivamente guapa, pero sabe sacarse partido a base de maquillaje. Sus blusas dejan claro que anda bien servida de pechuga (o que tiene una estupenda colección de wonderbras), y su culete es respingón, pero sin pasarse.

En los aproximadamente 6 meses que lleva trabajando en la agencia apenas habré cruzado dos docenas de palabras con ella. Como no podía ser menos (para eso le pagan), siempre ha sido amabilísima. Hasta donde sé es así con todo el mundo, clientes incluidos. Incluso puede que sea una buena chica.



La idea loca consiste en invitarle a pasar el próximo miércoles (día de la Almudena) en el parador de Cuenca, para ver las casas colgadas, la catedral y todo eso. Y comer bien, claro. De hecho, podríamos salir el martes por la tarde y cenar en el restaurante del parador, que no está nada mal.

Y acepta con una media sonrisa en los labios.

Y yo salgo cagando leches a buscar el teléfono del parador y reservar una suite.

domingo, noviembre 06, 2005

Belgadas

En mi reciente viaje a Bélgica he aprendido que:

sábado, noviembre 05, 2005

En el mundo traidor nada hay verdad ni mentira

Nuevamente dirigió el haz de luz al ojo derecho de la muchacha y puso el disco adhesivo en contacto con su mejilla. Rachael estaba rígida. Su expresión de extremo disgusto no había desaparecido.

―Bonita cartera, ¿verdad? ―dijo Rick mientras buscaba los formularios impresos del test―. Es del departamento.

―Sí, ¿eh? ―respondió Rachael, ausente.

―Es de piel de bebé ―agregó Rick, acariciando la piel negra de la cartera―. Cien por ciento genuina ―vio que después de una pausa las agujas se pusieron a fluctuar con frenesí. La reacción había llegado tarde. Él conocía el tiempo exacto de reaccionar, en fracciones de segundo. Sabía que no debía haber demora―. Gracias, señorita Rosen. Eso era todo ―recogió de nuevo su equipo.

―¿Se marcha? ―preguntó Rachael.

―Sí. He terminado.

Cautelosamente, Rachael preguntó:

―¿...y los otros nueve?

―El test ha funcionado adecuadamente en su caso ―explicó Rick―. Puedo deducir de esto que evidentemente es aún efectivo ―se dirigió a Eldon Rosen, que estaba inerte, junto a la puerta―: ¿Ella lo sabe? ―a veces no era así: en muchas ocasiones se los dotaba de falsa memoria, con la errónea esperanza de que alterara las reacciones ante el test.

―No ―contestó Eldon Rosen―. La hemos programado completamente. Pero creo que hacia el final ha empezado a sospechar ―a la muchacha le dijo―: ¿No fue así, cuando él te pidió una nueva prueba?

Rachael, muy pálida, asintió.

―No temas ―le dijo Eldon Rosen―. No eres un androide escapado ilegalmente. Eres propiedad de la Rosen Association, que te emplea como muestra para las ventas a futuros emigrantes ―se acercó a la chica y apoyó la mano en su hombro. Rachael se apartó del contacto.

―Es verdad ―observó Rick―. No la retiraré, señorita Rosen. Buenos días ―empezó a avanzar hacia la puerta, y se detuvo―. ¿El búho es real?

Rachael dirigió una rápida mirada a su tío.

―Se marchará de todos modos ―contestó Rosen―. Da lo mismo. El búho es artificial. No quedan búhos.

~ Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?

viernes, noviembre 04, 2005

COCOS (4)


A la izquierda, la torre Swiss Re de Norman Foster, inaugurada en Londres el 25 de mayo de 2004. A la derecha, la torre Agbar de Jean Nouvel, inaugurada en Barcelona el 16 de septiembre de 2005.

jueves, noviembre 03, 2005

Derreméame, mézclate conmigo

Al hilo de la reciente noticia sobre ese software malo maloso que viene en los cedés musicales de Sony, lanzo una inocente pregunta al aire: ¿alguien sigue comprando cedés musicales? Quiero decir cedés originales, claro.

Pues como suele decirse, en el pecado va la penitencia.

miércoles, noviembre 02, 2005

Come fly with me, let's fly let's fly away

Suelo llegar a los aeropuertos con el tiempo justo de obtener la tarjeta de embarque, facturar, pasar el control de seguridad y desayunar antes de subirme al avión, y así lo hice el sábado pasado. Pero me sobró bastante más del esperado.

Cada media hora atrasaban la hora de salida del vuelo media hora más. Cambiaron la puerta de embarque 5 veces, lo que hizo que un río de pasajeros cada vez más enfadados corriese de un lado a otro de la terminal, y de una terminal a otra. Algunos reclamaron y lograron un vale para la cafetería. Otros sólo querían una explicación contundente (nadie hizo acto de presencia para explicar qué ocurría), pero montaron en cólera cuando tuvieron conocimiento de dichos vales. A la manida (e infundada) explicación de una avería en el avión siguió el rumor de una huelga encubierta del personal de tierra, ése del que han dicho los jefes de Iberia que sobran 559, trabajador más o menos.

Por fin aparecieron unos señores que, con toda la profesionalidad del mundo, explicaron que no sabían nada, que les habían mandado a atender aquella puerta como les podían haber mandado a atender cualquier otra y que el retraso se debía a «problemas logísticos», pero que el avión (como podía verse por los ventanales) acababa de llegar y que sólo había que esperar a que estuviese listo. Eso sí, que si alguien quería poner una reclamación tenía todo el derecho del mundo, pero tendría que ser a la vuelta porque se habían acabado los impresos.

Terminamos despegando con casi 5 horas de retraso. Tras el despegue, el piloto se disculpó en nombre de toda la compañía y explicó que el aeropuesto se había cerrado la noche anterior por una fuerte tormenta eléctrica, que había continuado cerrado por la mañana debido a una densa niebla y que, por tanto, muchos vuelos habían sido desviados a otros aeropuertos, provocando así retrasos en casi todas las salidas del día ante la falta de aviones. Explicaciones que de poco sirvieron a la mayoría de los pasajeros, supongo.

Qué queréis que os diga: nunca me he alegrado tanto de viajar en business. Las penas con pan son menos, y estar 5 horas más de la cuenta en la sala vip tampoco es el fin del mundo. Particularmente cuando ves corretear a los pasajeros de economy de una puerta a otra cuando te acercas al ventanal sobre la terminal al ir a servirte otro zumo de naranja natural. Cogiendo otra revista vuelves a tu sofá y, poniéndote de nuevo los auriculares del iPod, vuelves a tu universo privado.