lunes, octubre 24, 2005

Aficionado

Esta mañana mientras me duchaba sonó el timbre repetidas veces. Acordándome de la familia de alguno, me puse el albornoz y fui a abrir. Ante la puerta encontré a un desconocido trajeado y con barba de 3 días que me tendió un folleto sobre información inmobiliaria, explicándome con acento argentino que venía a ofrecerme los servicios de su agencia por si me interesaba comprar algo, tasar mi piso o cualquier otra cosa.

―¿Quién te ha dejado entrar? ―le pregunté cuando por fin terminó.

―¿Cómo?

―Que quién te ha dejado entrar.

―No, yo, esto... llamo y alguien siempre abre.

―Pues pagamos a una empresa de seguridad entre otras cosas para que no se cuelen desconocidos.

―Pero no soy un desconocido: soy su agente inmobiliario y vengo a ofrecerle mis servicios ―dijo, ondeando el folleto.

―La próxima vez ofrécelos dejando tus folletos en el buzón de publicidad, que para eso está.

―Pero es que pretendemos dar un servicio personalizado.

―¿Personalizado? Está bien: ¿cómo me llamo?

―...

―Así que ni te has molestado en mirar los buzones al entrar. Permite, compañero, que te dé un par de consejos gratuitos: el spam nunca puede ser un servicio personalizado y siempre hay que ir mejor afeitado que el cliente. Hasta luego.

Y le cerré la puerta en las narices.

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