lunes, enero 02, 2006

Días extraños

Strange days have found us
Strange days have tracked us down
They’re going to destroy
Our casual joys
We shall go on playing
Or find a new town

~ The Doors, Strange days


Estos días de fiesta que ya se acaban siempre son días extraños. Al menos para mí.

Al agotamiento producido por el fin de año (insisto: malditas cuentas vivienda) en el plano laboral se une el estrés que siempre provocan las reuniones familiares. Ah, la familia: esa gente a la que no le queda más remedio que aceptarte cuando no te queda más remedio que volver. Cuánta paciencia hay que tener para no emprenderla a mordiscos con ellos.

Porque no tiene nombre que te presentes, obligado, a la tradicional cena de Nochebuena y te reciban con los mismos villancicos horrorosos que llevas oyendo toda tu vida, pero este año en versión MP3 vomitada a todo volumen por el home cinema del salón. Ahí, elevando el horror a nuevas cotas que parecían inalcanzables.

No tiene nombre que el imbécil de tu hermano pequeño no te dé las buenas noches sino que sólo pregunte dónde está Genoveva (seguro que se masturba pensando en ella, el muy salido). Pues con sus padres, dónde va a estar, ¿aquí, con la familia Munster? No tiene nombre que cuando tu madre salga de la cocina, donde se dedica a adornar primorosamente todos los platos de Mallorca con huevo hilado, lo único que te pregunte es por qué no ha venido Genoveva. Pues porque no es idiota, mamá.

Tampoco tiene nombre que cuando tu hermana aparezca a las 11 de la noche, entre el clamor de las tripas que gruñen entonando alguna ópera de Wagner, no le sorprenda que le hayamos esperado más o menos tranquilamente sin empezar a cenar, pero sí que no haya venido Genoveva. Es que, cariño, a ella le gusta cenar temprano. Que luego va con sus padres a la misa del gallo.

Y para irte a la cama calentito, tu padre (influido sin duda por el discurso del rey) alza la quinta o sexta copa de la noche y brinda por esos nietos que teme nunca tendrá, porque sus hijos son unos desagradecidos de mierda que no quieren hacerle abuelo. Gracias a Dios que Genoveva, su queridísima nuera en ciernes, está enderezando al primogénito, y pronto le llevará al altar.

Si tú supieras, papá, si tú supieras...



Entras en tantas tiendas, una tras otra, tan llenas de gente, que ya no sabes si estás en Cartier, o en Loewe, o en Carolina Herrera. Agarras lo primero que no es del todo horroroso, pero lo sueltas cuando ves que es barato: a saber luego quién tendrá uno igual. Compras y compras, a codazos, y te fascina la dependienta que se empeña en meter un estuche en una bolsa obviamente demasiado pequeña. Huyes cuando recuerdas que aún no te ha cobrado (sujetas la visa en tu sudorosa garra), dejándola sumida en su personal lucha contra el espacio. Sales trastabillado a la calle (Goya, Serrano, Velázquez, qué más da) y sólo ves gente y gente y más gente. De repente te falta el aire, y tienes que coger (tirarte encima casi) un taxi para huir de allí y volver a casa.

Creedme: he visto el infierno, y está lleno de gente.

Comentarios:
hola. por casualidad llegué a su blog. soy genoveva. colombiana. 25 años.. no sé... pero parce que nadie ha llegado a su blog excepto yo... no quiero dejarlo pasar inadvertido y por eso le escribo... me siento mal. voy a comer algo. volveré a entrar después. a ver qué hay de nuevo. chao. un beso.. señor.... señor... don suicida...
 
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